domingo, 20 de abril de 2008

Tras los pasos del cazador...

Cuán delgada es la línea que separa la mentira de la verdad, lo falso de lo real?
Una palabra, un gesto, una frase sentida, una mirada, todo puede ser un simple ardid si viene de un hombre cazador, y más si se trata de un hombre avezado, con basta experiencia en el arte de mentir.
Las mujeres parecemos tener un radar para encontrar en esos hombres, verdaderos predadores del género femenino, un interés especial. Nos motiva profundamente la necesidad de convertirnos en "ésa", la única capaz de conquistar verdaderamente su amor y ser objeto real de todas esas palabras que repitió millones de veces sin sentir absolutamente nada. Y claro, con esta excusa, caemos una y otra vez en sus variadas trampas, verdaderos artilugios de guerra.
Simplemente pareciera que nos olvidamos de que muchas iguales a nosotras han fracasado en el intento y, me arriesgaría a decir, que es porque nos negamos a aceptar que de tanto romper corazones el cazador ha perdido la capacidad de amar. Es hora de aceptarlo: el cazador SÓLO SE AMA A SÍ MISMO, y a su capacidad de vencer una y otra vez la confianza de su presa.
Nada lo conmueve, nada lo inquieta, sólo lo moviliza el deseo de una nueva conquista, una nueva cabeza para colgar en su pared de trofeos. Y es el primero que se muestra molesto con la mentira, que lo ofusca profundamente. Se muestra gentil, sincero, y afectado si su víctima se resiste a entregarse por miedo a ser lastimada.
Al cazador lo pierden las tareas imposibles, cuanto más dificil es la presa más se excita, más trabaja por ella, y más convincente se muestra. Puede tardar un mes o 15 años en conseguirla, no importa el tiempo o las destrezas que deba desarrollar en al tarea, tarde o temprano se convertirá en su presa y en ese momento -claro está- dejará de ser su interés que se volcará inmediatamente en un nuevo objeto de conquista.
Entonces, cuán delgada es la línea que separa lo verosímil de lo real cuando de hombres se trata? Simplemente lo que indique nuestra intuición y nuestro amor propio. Siempre un ojo abierto y un granito de suspicacia: nadie quiere convertirse en la nueva cabeza de la pared de trofeos.

1 comentario:

Lalita dijo...

que grande tita..............
ya sabes que se! y se que sabes que se jajajaja
te quiero!